miércoles, 22 de abril de 2015

Nos hace falta una pelota

En 1992 nos mudamos a Costa Rica. Mi esposo Javier iba a estudiar al INCAE. Teníamos ya tres hijas, Fabi de 4 años, Isa de 2 e Irene de meses. La vida para ellas era un sueño. Vivíamos al lado del parque; todas las tardes se llenaba de niños, era como una gran fiesta. 

Solo Fabi iba al Kinder. Se llamaba INCAITO. Las maestras eran fuera de serie, en especial mi gran amiga Claudia Lacayo, a quien recuerdo con mucho cariño por sus detalles con todos los padres y alumnos.

Los días transcurrían en paz, gracias a Dios.

Un día me llaman del Kinder. No sabía que pensar. ¿Que será? Al día siguiente muy tempranito, llegué a la escuelita a hablar con la maestra. Me preguntó:
- ¿Con qué juegan sus hijas en casa?
No entendí muy bien lo que quería decir. Igual, le dije - Con muñecas, muñecas y más muñecas, peluches, coches, legos y libros, ¿por qué? 
Me respondió: - ¡Su hija necesita una pelota!

Al principio no entendí muy bien lo que me quería decir. Hablando con ella comprendí que jugar a la pelota es vital para adquirir destrezas físicas y mentales y ayudan al niño en su desarrollo psicológico, motor, etc. 

Jamás lo había pensado, pero sus palabras tenían mucho sentido. Esa tarde compramos una pelota. Ahora entre las muñecas, los peluches y libros, encontrarás una pelota.

En la noche al volver mi esposo le dije - Tenemos que hablar, ¡Debes jugar a la pelota con tu hija!

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