lunes, 27 de abril de 2015

¡No se lo merecen!

Cuando me casé y aún no tenía hijas, leí un artículo que me fascinó, se llamaba "Los hijos no merecen una mamá frustrada". El artículo narraba cómo muchas veces y sin querer, descargamos nuestras frustraciones y ansiedades sobre nuestros hijos, lo cual es muy injusto.

Sin proponérnoslo y cuando la vida nos abruma con situaciones difíciles, nos olvidamos de que ellos no tienen la culpa de que nuestra vida esté como sea que está. Podemos herirlos con palabras y frases, incluso con actitudes que cuando están pequeños no van a entender y van a traducir en "no me quieren" o "es mi culpa". La verdad es que no siempre es fácil manejar las situaciones que se presentan, pero los hijos no tienen que pagar por eso. 

Nunca olvidé ese artículo, de hecho me ayudó mucho. A pesar de que aún no tenía mis hijas, recuerdo pensar que era cierto y totalmente justo lo que decía. Recordé como mi mamá nos había criado con amor, dedicación y sobre todo muchísima alegría, inventando paseos y salidas y enseñándonos muchas cosas: arte, historia, manualidades, etc., en fin, yo había crecido en un ambiente donde las frustraciones no se descargaban sobre los hijos.

Siempre traté de aplicar esto con mis hijas, especialmente cuando eran pequeñas. Mi esposo y yo, a pesar de las circunstancias, nos propusimos que fueran lo más felices que pudieran.
Las hemos motivado a dar lo mejor de ellas en cualquier actividad que realicen, a apoyarlas en todo con palabras positivas y de entusiasmo. 

Los niños son seres maravillosos, personitas llenas de amor y luz. Les encanta abrazarnos y estar con nosotros. Mi hija Irene una vez me dijo "Mamá lo que más me gusta del día es cuando estoy contigo". Es lo más lindo que he oído. Casi lloré, bueno, en verdad si lloré. Son ellos quienes le dan sentido a nuestra vida.

El que uno tenga problemas no significa que los tengamos que compartir con nuestros hijos pequeños. Creo que es lo más egoísta que podemos hacer. Nuestros problemas son nuestros, no de ellos.  Durante el tiempo que estemos con nuestros hijos tratemos de estar felices, sonrientes y llenos de agradecimiento a la vida por tenerlos.

A todas esas mamás maravillosas que lo dan todo por sus hijos, recuerden no solo demostrarles que los aman, sino también decírselos de vez en cuando. El amor llenará tu hogar, unirá a tu familia y la hará mas fuerte. Aprovechen cada minuto con ellos pues crecen volando. Al llegar a casa abrázalos y bésalos y diles que los amas, es la frase más poderosa del mundo, está comprobado. 

Se que he cometido muchos errores a lo largo del camino, pero también se que traté de hacerlo lo mejor posible. Siempre di lo más que pude y lo di con amor.  

El tiempo pasa rápido, nuestros hijos merecen una mamá feliz, llena de vida y optimismo.
Tu eres su ventana al mundo.
Tu eres sus ojos. 
Tu eres su apoyo y guía.
Disfrútalo. 

miércoles, 22 de abril de 2015

Nos hace falta una pelota

En 1992 nos mudamos a Costa Rica. Mi esposo Javier iba a estudiar al INCAE. Teníamos ya tres hijas, Fabi de 4 años, Isa de 2 e Irene de meses. La vida para ellas era un sueño. Vivíamos al lado del parque; todas las tardes se llenaba de niños, era como una gran fiesta. 

Solo Fabi iba al Kinder. Se llamaba INCAITO. Las maestras eran fuera de serie, en especial mi gran amiga Claudia Lacayo, a quien recuerdo con mucho cariño por sus detalles con todos los padres y alumnos.

Los días transcurrían en paz, gracias a Dios.

Un día me llaman del Kinder. No sabía que pensar. ¿Que será? Al día siguiente muy tempranito, llegué a la escuelita a hablar con la maestra. Me preguntó:
- ¿Con qué juegan sus hijas en casa?
No entendí muy bien lo que quería decir. Igual, le dije - Con muñecas, muñecas y más muñecas, peluches, coches, legos y libros, ¿por qué? 
Me respondió: - ¡Su hija necesita una pelota!

Al principio no entendí muy bien lo que me quería decir. Hablando con ella comprendí que jugar a la pelota es vital para adquirir destrezas físicas y mentales y ayudan al niño en su desarrollo psicológico, motor, etc. 

Jamás lo había pensado, pero sus palabras tenían mucho sentido. Esa tarde compramos una pelota. Ahora entre las muñecas, los peluches y libros, encontrarás una pelota.

En la noche al volver mi esposo le dije - Tenemos que hablar, ¡Debes jugar a la pelota con tu hija!

¡Que vivan las cintas!

Siempre me han gustado las cintas de todos los colores. También me encanta hacer lazos, especialmente para mis hijas. Me encantaba peinarlas, pero lo que más me gustaba era cortarles el pelo. Siempre tuve complejo de peluquera y ellas lo saben. Se reían de mí y salían huyendo cuando me veían con una tijera. 

En las mañanas hacían fila para que yo las peinara antes de irse al colegio. Hubo un momento en que tuve a cuatro a la vez en el colegio. Eran cantidad de medias, camisas, faldas, libros y por supuestos lazos por todas partes. Compraba yardas de cinta azul y blanco y cada año unos días antes de iniciar el colegio, comenzaba a hacer los diferentes lazos que usarían. Habían ciertos peinados que me gustaban más, pero lo cierto es que todas salían hermosas y contentas con sus peinados y lazos.

El regreso a casa era otra historia: peinados caídos, pelos por todos lados pero en las caritas siempre las mismas sonrisas intactas y el amor a la vida cada vez mayor.

Mis hijas disfrutaron mucho de su época en el colegio. Aprendieron cosas y siempre valoraron la oportunidad de estudiar en un colegio donde los valores se enseñan y se practican, donde el respeto hacia el otro es prioridad y el amor a María y su hijo el norte a seguir. 

¡Que días aquellos de escuela! Que hermoso verlas salir todas juntas con sus ilusiones y ganas de aprender y sus lazos bien puestos en sus cabecitas.

Aún tengo la dicha de seguir haciendo lazos y de peinar a la única que me queda en el colegio, la pequeña Anabella. Le encanta que la peine y disfruta con sus lazos tanto como sus hermanas lo hacían.

¡Que vivan las cintas!
  

Y un dia... decidí escribir

Por algún tiempo estuve pensando en como hacer para compartir con mi familia y amigos mis vivencias como esposa y madre de cinco hijas. 

Desde hace varios años he estado disfrutando del mundo de la poesía y les puedo decir que ha sido maravilloso. En ella descubrí la libertad de poder expresar mis pensamientos y sentimientos sin ninguna barrera. Aún más, en momentos en donde la comunicación no era posible, recurrir a la poesía fue un recurso muy provechosos para mí. Un poema que brota del alma puede decir mucho más que mil palabras.

Un día conversando con mi mamá nos vino la idea de hacer un blog ameno y familiar, donde colocar artículos cortos de anécdotas y experiencias que he tenido a lo largo de esta aventura llamada vida y que tal vez otros padres encuentren cosas en común. 

A los 22 años me enamoré de mi esposo Javier y me mudé a Panamá. Empaqué mis sueños y anhelos y sin pensar mucho las cosas, inicié una nueva etapa de mi vida junto a mi esposo, que sería, sin duda alguna, muy distinta a lo que yo hubiese imaginado. Para empezar, Dios nos bendijo con cinco hijas que han sido para nosotros el regalo de amor más grande que hemos recibido. Nuestra vida cambió. Aprendimos a amar, a perdonar, a compartir, a rezar, en fin a vivir.

La vida es un regalo de Dios y se celebra siempre. Siendo esto así, quiero hacer de cada día una celebración de amor y un acto de agradecimiento a Dios por amarnos tanto, cuidarnos y estar siempre con nosotros.

Me siento feliz de iniciar este espacio y compartir con ustedes mis experiencias. No será en orden cronológico sino como vayan viniendo las ideas y recuerdos. Pero sea como sea, puedo decirles que entre risas y lazos es donde quiero estar.

Bienvenidos!

Loly


 Año 1986. La aventura comienza.